(Fotografía)
En la zona del centro histórico de DF, al caer la noche, desaparece todo el bullicio que habitualmente deambula durante el día. A partir de una determinada hora de la tarde casi se convierte en un lugar inhóspito y algo inquietante (“Peligroso”, se puede leer en las guías a modo de advertencia para viajeros y turistas). Es una zona donde proliferan los garitos y antros nocturnos. Refugio de prostitutas, travestis, soldados y gente que busca un poco de diversión fuera de los cánones establecidos.
Hay determinados locales que son absolutamente clandestinos y donde solo se puede ir si vas acompañado de algún iniciado que conozca las contraseñas para acceder a dichos lugares. La mayoría de ellos son tan destartalados que casi se entiende que sean clandestinos, pues no reunirían ni un mínimo de condiciones sanitarias. El caso es que a determinadas horas de la madrugada se produce un lento deambular de los personajes de esa fauna nocturna que regresa a sus casas. Personajes que reflejan en sus caras el fin de una noche de diversión o de una agotadora noche de trabajo en el antro.
Me gustaba la imagen de ese México deteriorado y sucio que se vive en el centro de la ciudad, donde pueden convivir las farmacias de la cadena Farmacia de Dios en un bajo, mientras el resto del edificio se halla en la más total de las ruinas.
En más de una ocasión vi deambular a las travestis (burdo remedo de una mujer, ya que muchas de ellas tienen que continuar con la luz del día con su vida de hombres trabajadores) cuando ya el sol empezaba a despuntar y, cual vampiros a los que atrapa el primer rayo de sol, huían despavoridas a sus casas. Una imagen entre cómica y patética, pero llena de ternura. Personajes reales, en situaciones reales, posando para la foto en un momento de total normalidad para ellas.
Hay que tener en cuenta que si la homosexualidad está mal vista y mal tolerada por los mexicanos, la transexualidad o el travestismo convierten a los que deciden adoptar dichos roles en verdaderos apestados de la sociedad.
Me gustaba la imagen de estas travestis agotadas después de toda una noche en la puerta de esa farmacia de Dios que supuestamente tiene todas las soluciones…
(JAVIER VELASCO, “Correspondencia privada”)
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