(Libros, técnica mixta)
Las fechas son trepanadoras, polillas del cerebro. A mí me comió los sesos una de ellas, con esa boca grande, tan grande que se hubiese tragado un año entero.
Todo pasó el 30 de diciembre de 1954, pero, ¿qué pasó? ¿Qué película de terror se oculta detrás de los renglones blancos de mi memoria?
Nevaba sobre la ciudad dormida, tanto que andar por sus calles era lo que más se aproximaba a pisar un sueño.
Un gato cruzó la calzada corriendo sobre un cable invisible tendido entre las dos aceras, las dos orillas de un universo irreconciliable.
Ocurrió segundos después, cuando yo, con las manos amoratadas por el frío, quise abrirme la cabeza para que el aire gélido me la limpiara.
El, él, él era tan feliz aquel día, que su dicha le cegaba hasta la yema de los dedos.
Abandonó su cuerpo en una cama ilegal que ni las sábanas pudieron blanquear.
Sin duda sabía besar y por sus labios entregados le sorbí los sesos enteros, dejándolo vacío e inerme, pálido como una cáscara.
Cerré sus párpados y me sequé la boca. En aquel momento empezó a dolerme el vientre.
Puede que fuera entonces cuando, por la calle desierta, vi aquella frase. Era negra pero, sobre todo, era concisa y me lancé inmediatamente en su persecución.
Yo corría por encima de la nieve y a mi paso los pájaros quedaban inmóviles, el pico abierto de puro horror.
Las palabras huían a una velocidad tremenda, pero no me importaba ya el ridículo que yo hiciera, seguía corriendo con la lengua fuera, las manos sudorosas tendidas hacia aquel lapsus astral.
No sé ni cómo ni por qué caí. Tendido en la nieve, sentí que de una brecha en la sien manaba la tinta simpática de todos mis crímenes.
Quise acordarme de lo que sabía; de lo que quería; de lo que él quería; de lo que él sabía. Y de su piel más blanca que la cáscara de un huevo de cisne.
Una última palabra pasó, burlona, ante el velo gris que se desplomaba por mis ojos: Humanidad.
Me reí con una gran risa sonora antes de abandonarme como él hizo, dejando que pájaros y gatos me sorbieran los sesos, tumbado en la nieve sucia, con, en el horizonte y a modo de única esperanza, la nada.
(NADIA CIOR)
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